Uno no se entretiene viendo The Killing of a Chinese Bookie (1976). Uno se enfrenta a esa obra que, según varios amigos y estudiosos de John Cassevetes, es la más personal de su filmografía.
La trama hace pensar en un típico largometraje sobre gánsteres: Cosmo Vittelli, dueño de un bar nudista, se mete en problemas por culpa de su adicción al juego. Sus prestamistas mafiosos, a quienes debe una cantidad impagable, le ordenan que asesine a un corredor de apuestas chino. Solo así olvidarán la deuda.
Cualquier otro realizador hubiera desarrollado dicha historia mediante una fórmula simple, efectista: sexo más balaceras equivale a entretenimiento. Cassavetes, que fue todo menos un cineasta convencional, optó por hacer de The Killing of a Chinese Bookie una alegoría de su propia vida.
Ben Gazzara, protagonista del filme y uno de los mejores amigos de John Cassevetes, cuenta que inicialmente emprendió sin entusiasmo la labor de transformarse en Cosmo Vittelli. El papel no le decía nada; le parecía vulgar, insípido. El director notó su apatía durante la filmación de una escena y le explicó, llorando, que ese personaje representaba a todos los soñadores oprimidos por quienes no creen en los sueños.
En otras palabras, Cosmo Vittelli era el álter ego de John Cassevetes. Nacido en 1929, en Nueva York, Cassevetes financió sus películas con los ingresos que recibía por actuar en las de otros realizadores. Su obra cinematográfica es una de las más profundamente psicológicas en la historia del séptimo arte y, por esa misma razón, es una de las más difíciles de apreciar. Para él, las escenas no eran fragmentos de la trama, sino capítulos de un estudio sobre las emociones.
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| John Cassavetes (1929-1989) |
Cuando se habla del estilo de Cassavetes, la palabra más frecuente es ‘lentitud’. Se piensa que sus filmes no desarrollan un argumento, que jamás fueron escritos y que son el fruto de una libertad actoral aparentemente ilimitada. Pero aunque los silencios, los monólogos y diálogos de sus personajes ‘no vayan a ninguna parte’, el director sí tenía una absoluta claridad sobre el mensaje de su arte.
The Killing of a Chinese Bookie y Husbands (1970) no le ayudan al espectador a olvidar o evadir la realidad. Por el contrario, son obras del mejor realismo: ese que tanto incomoda sin exagerar en el horror ni en la vulgaridad. Ambas son películas ‘lentas’, porque la vida misma lo es. Ambas están llenas de silencio y confusión, porque el hombre pocas veces sabe qué decir y casi nunca sabe para dónde va.
Los espectáculos en el antro de Cosmo Vitelli son burdos y tontos, pero él los dirige como si fueran clásicos teatrales. Las bailarinas se desnudan mientras un comediante, que no sabe cantar ni hace reír, implora la atención de los bebedores. Aunque las desnudistas son hermosas, el torpe maquillaje del payaso, su aburrimiento, su voz destemplada y los gritos de los borrachos alejan todo encanto. Uno se pregunta cómo es posible que Vitelli no perciba cuán lamentables son esos números.
La ceguera del antihéroe simboliza la del creador en medio de las adversidades y la hostilidad. Cassavetes engendró a Vitelli para burlarse de sí mismo. El cineasta parodia su obsesión creadora a través del mal gusto de su personaje. Así como Vitelli está convencido de que los striptease de su bar son de la más alta factura estética y no permitirá que los mafiosos arruinen su negocio, Cassavetes terminó sus películas infringiendo los códigos de la industria cinematográfica. Fue un director que erigió su filmografía de espaldas al vox populi y pagó de su propio bolsillo tal osadía. Sus opresores fueron otra clase de mafiosos: los ejecutivos de los grandes estudios, los productores avaros, las divas y los galanes hambrientos de oro y fama.
Cuenta Ben Gazzara que los primeros asistentes al estreno de The Killing of a Chinese Bookie salieron indignados y le gritaron a quienes hacían la fila para entrar a la siguiente función que no malgastaran su dinero en la boleta. Cassavetes reeditó la película sin lograr los favores del público. El filme tardó varias décadas en ser comprendido. Hoy sigue desconcertando, pero también deslumbra porque Gazzara nació para interpretar a Cosmo Vitelli y porque los demás actores —incluso los naturales— se adueñaron apasionadamente de sus papeles, gracias a la dirección de un genio.
The Killing of a Chinese Bookie siempre será una película muy difícil de ver. Lo fue hace 37 años, cuando se estrenó; lo es hoy, época en que los realizadores más originales se arrodillan ante la audiencia, y lo será dentro de medio siglo. Es tan introspectiva que no se le puede llamar cine negro y al mismo tiempo abofetea a los idólatras del ‘cine-arte’. Es, al fin de cuentas, una obra de John Cassavetes.



