miércoles, 20 de junio de 2018

El enigma de Chet Baker

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Deep in a Dream: the Long Night of Chet Baker, la biografía del trompetista y cantante escrita por John Gavin, es un libro desafiante y muy bien documentado. El autor entrevistó a varios músicos que tocaron con Baker en diferentes épocas de su vida, desde su juventud en California hasta sus últimos días en Ámsterdam, y también conversó con esposas, amantes, productores, representantes artísticos, amigos y sombras de paso en una existencia poblada de tinieblas.

El resultado de esta exhaustiva investigación, sin embargo, no es satisfactorio para quienes buscamos una respuesta al enigma Báker: ¿por qué su estilo lacónico en la trompeta y su voz, aparentemente inexpresiva, conmueven tanto o más que la bravura y la pirotecnia de otros jazzistas?

En cambio, sabemos muchas cosas que desearíamos ignorar. En cada párrafo de la biografía de Gavin emanan historias sórdidas y dolorosas. Baker emerge del libro como un cadáver cuyo aspecto fue angélical hacia los años cincuenta, cuando al músico se le consideró "El James Dean del Jazz", pero que se deterioró abominablemente desde finales de esa misma década hasta que en 1988 parecía una momia ambulante. Los agentes de esta corrupción fueron los opiáceos y la cocaína, que Baker persiguió con furia y desesperación en muchas de las ciudades a las que llevó su baladas y su leyenda de adicto endomoniado.

Gavin retrata a un hombre que abusó física y psicológicamente de todas las personas que lo amaron, que estafó y robó a médicos, benefactores y novias, que abandonó a sus hijos y arruinó muchas presentaciones por exceso o falta de drogas. Quedamos con la imagen de un zombi desdentado, mordido a lo ancho y largo de su cuerpo por las inyecciones de heroína, palfium y 'speedball'; de un abandonado de sí mismo que detestaba ducharse y que debía arrastrar unas zandalias de caucho porque sus pies, tan agujereados como sus brazos, se habían inflamado grotescamente.



El biógrafo repasa con ligereza y desdén gran parte de la discografía de Baker. Considera muchos de sus álbumes como anacronismos, fracasos de ventas o desastres artísticos. Es cierto que el músico grabó más de una centena de trabajos irregulares. Firmó contratos sin reparar en la letra menuda, porque solo le importaba hacerse con un manojo de billetes para comprar la dosis del día, cada vez más costosa. El libro de Gavin enfatiza en los ataques de críticos generalmente adversos a Baker y en el concepto de productores decepcionados con justa razón, como en el caso de Orrin Kepnews.

Otra torpeza del escritor, en materia de crítica musical, es menospreciar el Jazz de la Costa Oeste. Creer que la frenesí rítmico es la cualidad más admirable del género, y considerar que los experimentos sonoros de Howard Rumsey, Bud Shank y Bob Cooper, entre otros, eran únicamente anzuelos para críticos o melómanos pretenciosos, es rechazar la virtud suprema del jazz: su opulencia de armonías y timbres.



Al final de cuentas, entendemos que Baker se lanzó en una carrera desquiciada hacia su propia destrucción, que muchas veces se hundió hasta el fondo de su propia degradación y que nunca quiso salir a la superficie. Pero a Gavin no le importa aclarar cómo podía ese conflictivo muchacho de Oklahoma, ese delincuente juvenil que robaba gasolina en California, convertir una balada en un lamento por todas las ausencias de la vida.



Gavin se inclina por la teoría del 'idiot savant'. Baker nunca aprendió a leer música con el rigor de la mayoría de músicos profesionales. Su oído prodigioso le bastaba para comunicarse con cualquiera de sus acompañantes en un estudio o un escenario. Sin embargo, la explicación del ser ignorante y malvado que nació con un don no responde al misterio de Chet Baker.

Quizás ninguna biografía lo haga. El problema de Gavin es que ni siquiera lo intenta. El biógrafo se regodea en su odio por Baker y le interesa poco la valoración de la obra del trompetista y cantante. Parece haber olvidado que el  junkie es un capítulo de la historia y que el otro Baker, el de los solos melodiosos y la voz inconfudible, todavía es un enigma porque su música siempre nos hace olvidar todas las preguntas.