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| Max Adrian como Frederick Delius (derecha) y Cristopher Gable como Eric Fenby |
El director inglés Ken Russell (1927-2011) se atrevió a llevar al cine las vidas de varios compositores como Gustav Mahler, Piotr Ilich Chaikovski y Franz Liszt, entre otros. Song of Summer (1968), considerada la mejor de sus películas inspiradas en biografías de músicos, relata los últimos años de Frederick Delius.
Las historias de Mahler, Chaikovski y Liszt se parecen mucho a sus respectivos legados musicales. Quien oye las sinfonías del primero se asoma a los abismos interiores de un hombre que aspiró, al mismo tiempo, a la inmortalidad y a recuperar la inocencia de la niñez. En las obras sinfónicas del ruso truenan la melancolía y la angustia de un hombre desgarrado por los prejuicios morales y artísticos de su época. El virtuosismo del tercero cuenta las aventuras de un seductor que también añoraba el candor de la infancia.
En cambio, nada tan opuesto como la personalidad y la obra de Frederick Delius, nacido en Bradford, Inglaterra, en 1862. Sus piezas musicales, como las de Debussy, evocan olas, jardines y estaciones luminosas. Delius, extasiado por el canto de las aves en primavera y de las gaviotas en verano, fue un ególatra de los que no pueden tratar a los otros sin empequeñecerlos, además de un esposo tirano y mujeriego.
El film de Russell se basa en el libro Delius como lo conocí (Delius As I Knew Him, 1936), escrito por Eric Fenby, amanuense del compositor inglés desde 1928 hasta el fallecimiento de este último en 1934. Fenby no solo cedió los derechos de sus memorias, sino que asesoró a Russell y a los actores durante la filmación de Song of Summer.
A pesar de haber sido realizada para la televisión y de su brevedad (72 minutos), la película es una obra maestra de la cinematografía. Lo es por la fotografía en blanco y negro, tan diáfana como la música de Delius, así como por las insuperables actuaciones de Max Adrian (el compositor), Maureen Pryor (Jenka, su esposa) y Christopher Gable (Fenby).
El filme empieza con una rememoración de la juventud de Eric Fenby, músico autodidacta que, tras oír una pieza de Delius en la radio, se obsesiona con él. Cuando lee en un periódico que Delius ya no puede componer, porque una enfermedad lo ha dejado ciego y paralizado, Fenby le escribe una carta a su ídolo para ofrecérsele como amanuense.
Jenka, esposa de Delius, responde con entusiasmo el ofrecimiento de Fenby y lo invita a la villa Grez-sur-Loing, Francia, donde su esposo y ella se han retirado por completo de la vida social. Fenby imaginaba a Delius como un hombre espiritual y sereno, pero encontró en él a un megalómano a quien el sufrimiento habían tornado aún más despótico.
Fenby, de 22 años, introspectivo, hipersensible y católico devoto, enfurece de inmediato a Delius, hipercrítico, sarcástico y ateo blasfemo. El más grande tormento del ayudante es escribir las notas que el compositor tararea destempladamente, convencido de que otros pueden oírlas como suenan en su mente. “¡El muchacho no sirve! ¡Es muy lento! ¡No puede anotar ni una simple melodía!”, reniega Delius.
Al compositor también le enerva repetir indicaciones sobre la orquestación que dicta a Fenby a tal velocidad que a este le resulta imposible copiarlas. Fenby soporta el martirio con la paciencia de un santo y logra ayudarle a Delius a escribir sus últimas partituras. Una de ellas es, precisamente, A Song of Summer.
La relación entre Delius y Fenby es padre-hijo más que maestro-discípulo o amo-esclavo. El primero subyuga al segundo, pero también quiere liberarlo de los prejuicios sociales a través de la ironía y el cinismo. El segundo odia Delius-hombre y adora a Delius-músico. Muchas veces el compositor habla a su ayudante con ternura paternal sobre música y vida, mientras Fenby atiende esas lecciones como si fuera un niño recibiendo el obsequio más anhelado.
Más dramática todavía es la relación sadomasoquista entre Delius y su esposa Jenka. La ceguera y la parálisis del artista fue producto de la sífilis que contrajo en los burdeles de París. A pesar de su infortunio, Delius consideraba que la promiscuidad era más favorable para la creatividad que la monogamia. Jenka soportó las aventuras de su esposo con otras mujeres resignadamente, temerosa de ser abandonaba si se las reprochaba a su marido. En sus años de postración, el músico dependió totalmente de ella, lo que no era impedimento para que él la atormentara perorando desde su silla de ruedas sobre la inutilidad del matrimonio.
Lo que mejor define la relación de la pareja es una secuencia en la que un amigo de Delius, un sirviente y Jenka llevan al compositor a lo alto de una montaña, cargándolo en una silla atravesada por dos barandas, de tal forma que parece una imagen religiosa. El músico quería ver la puesta del sol desde una cima antes de perder la vista totalmente. Jenka va detrás de la procesión. Llora del cansancio, está a punto de caer rendida, tropieza, se levanta y sigue adelante. Solo su infinita adoración por Delius la mantiene de pie.
Song of Summer no es un filme romántico, porque no exalta la victoria de un genio sobre la enfermedad. Es una fotografía del paisaje humano, en la que cumbres y abismos aparecen con todos sus resplandores y sombras. Russell capturó lo sublime de los personajes y también lo más degradante de ellos: la comunión de Delius con la naturaleza y su megalomanía; el amor de Jenka por su esposo y su desprecio por sí misma; la solidaridad de Fenby y su impotencia ante las humillaciones del compositor.
Ken Russell manifestó que Song of Summer era el mejor de sus filmes y que no le modificaría un solo encuadre. Eric Fenby supervisó el rodaje, pero se negó a asistir al estreno de la película. Cuando al fin se animó a verla, sufrió una crisis emocional. Admitió que la obra de Russell había desenterrado de su mente los recuerdos más penosos de sus años junto a Delius. Cuarenta y dos años después, sigue intacta la belleza que el director celebró sin vanidad en su propia creación, esa misma belleza que tanto conmovió a Fenby.
